50 metros

Ya va para tres años los que llevo colgado de la luna
en esta vieja recepción.
Muchos intentos de huir de ella,
de la noche y de este trabajo...
pero siempre algo lo impide.

A veces pienso en el afecto a la gente que durante el dia la habita,
otras me autoengaño pensando en mejorar.
Y a menudo me gusta salir a las tres de la mañana y
respirar el aire fresco,
con la tranquilidad del trabajo casi concluído.
Y aunque insignificante, esta razón es importante:
Escribo.

Afuera la vista abarca 50 metros en horizontal,
de la gasolinera de los robos al bar de las tapas frías,
que, una vez mas, cierra con bronca en su interior.
Y las caras,
la misma gente que se pasea de noche por los mismos 50 metros
mientras,
el mismo portero de siempre se encarama buscando lo de todos los dias
...nada.

Y esa nada que encuentra es la vida en su mas sincero disfraz.
Gente que se despierta y baja al perro antes de trabajar,
con el mono puesto pero las zapatillas de andar por casa en los pies.

Y el inmigrante que entra en la fabrica a las 6
por lo que a las 3.15 debe coger un bus
que lo lleve hasta el otro lado de la ciudad.

Y la barrendera,
una mujer de espaldas al rostro del mundo
pero cara a cara con su mierda.

50 metros.


Trato de discernir entre tanto silencio alguna historia de amor
que a estas horas se pueda dibujar.
Nos volvemos viscerales.
Gritamos mas, o mejor dicho, se escucha mejor el odio.
encontrar esa historia es como rebuscar un aguja en un pajar,

de dia tan lleno de gente..
de noche tan vacío.

Y solo intuyes los gritos de dolor de quien despues callará la agresión.
en cuanto salga a coger el bus de las 3.15 volverá ese silencio.

El perro mea en los maceteros de la puerta
con la maravillosa complaciencia del dueño
y lo que es peor...mi complaciencia tambien.

Ojos que no ven, corazon que no siente,
ojos que ven, boca que calla.

La indiferencia se vuelve táctil en la madrugada.
Pero la noche guarda un ápice de sinceridad en tan solo 50 metros.

Durante el dia negamos la evidencia de la desgracia cotidiana
haciendonos los locos con nuestros moviles,
mirando a otro lado,
haciendo como que no vemos
que al lado la muerte hace acto de aparición.

A la noche, no.
No hay disimulos patéticos de rebaño febril.
y si se esquiva la mirada
es porque el pensamiento estaba hablando tan alto
que no ves la acera de enfrente.

La hipoteca ahogaba demasiado.
el séptimo siempre es una buena altura.
Y caes mas rápido que los intereses.
No hay curiosos.
golpe bajo para la rumorología de la mañana.


Sigo buscando el amor.
A las 4 de la mañana las luces giratorias amarillas y azules
dan paso a la inquietante calma.
Quien tenía que volar bajo, ya voló,
y con el las ganas de asomarme a los 50 metros del Paralelo.

El forense comenzó la limpieza de la calle
y una vez concluída su tarea
dió el testigo a el rostro tras el peto amarillo y el coletero desajustado.

melena negra, lacia, desgarvada.
como las cerdas de su escobón.
Las colillas de los cigarros no se suicidan,
pero tambien caen al suelo.

Lentamente la empleada de limpieza,
la pinchacacas,
la barrendera va dejando a punto mis 50 metros,
que son sus 50 metros,
que son los del kiosquero
que rompe los embalajes casposos de la prensa,
que son los delimitados por la orina del perro del currante
que sigue en zapatillas de andar por casa.
Y lo único que esta claro es
que el amanecer nos devolverá nuestros rostros a la oscuridad del dia,
para , a la luna siguiente, reencontrarnos.

misma luna, misma caras.

En los mismos 50 metros.
Sin saber aun,
si en estos 50 metros el amor podrá existir alguna vez.

Tal vez el taxista que recoge
un cuerpo vendido
por cuarto y mitad de carne y algo de aceite para mañana sepa ayudarme,
tal vez su clienta,
de vuelta al piso franco,
sepa decirme donde se esconde.

Y sigo dandole vueltas a la cabeza,
cual Quijote ensimismado,
Chinaski beodo,
o cualquier poetastro rancio de escasa estima y poca fachada.
Trazo lineas imaginarias que dibujan pasos acompasados,
escucho latidos que yo me invento detras de cualquier banco.

La barrendera ya ha huído de los 50 metros en su motocarro.
"hasta mañana" digo en voz baja.
Mientras cruza la acera el kiosquero.
La madeja de Razones traen envueltas a un Pais
que ha perdido la Razon buscando un As de Vanguardia.
cualquier titular del Abc.
Todo líado sin dar en el clavo.

Por cierto,
cruento y morboso detalle,
la luz del séptimo sigue dada.

El superman de turno olvidó apagar la luz.
los herederos tendrán una razón mas para discutir.
¿quien paga sus facturas?.

Ya son las 6.
El amor hoy tampoco ha hecho acto de presencia.

Sigo vivo,
no es poco,
pero tampoco estoy muy seguro
de si a este latido insomne de horario cambiado
se le puede llamar vida.

Y el amor por ahi andará...